La fructosa es un azúcar mucho más dulce y más económico que el azúcar de uso convencional o sacarosa. Por esta razón la industria productora de alimentos lo utiliza para endulzar casi todo tipo de comestibles sólidos y líquidos. Podemos encontrar fructosa en los siguientes productos:
1. Pastelería o productos de bollería
2. Galletas y barras energéticas
3. Bebidas achocolatadas o lácteas
4. Refrescos o gaseosas
5. Comidas tipo rápido
6. Golosinas o comestibles dulces industrialmente preparados
El consumo de comestibles o bebidas con alto contenido de fructosa se asocia con un mayor riesgo de obesidad, diabetes e hígado graso, tanto en los jóvenes como en los adultos. La fructosa puede estimular la secreción insulina y de una hormona llamada péptido 1 semejante al glucagón (GLP-1), en una proporción mayor en los adolescentes con obesidad que los adolescentes delgados, según el estudio de Alfonso Galderisi y colbs. Fructose Consumption Contributes to Hyperinsulinemia in Adolescents With Obesity Through a GLP-1–Mediated Mechanism. (J Clin Endocrinol Metab 104: 3481–3490, 2019).
Esto significa que el consumo de fructosa puede contribuir a la resistencia a la insulina e incrementar obesidad ya prestablecida del adolescente.
El uso de fructosa como edulcorante ha aumentado exponencialmente, sea como azúcar simple (sacarosa) o en forma de jarabe de maíz con alto contenido de fructosa. El consumo de sacarosa y fructosa ahora representa el 15% de la ingesta calórica diaria de los adolescentes estadounidenses. Probablemente algo similar sucede en los países en vía desarrollo, debido al nuevos sistema de alimentación impuesto por la publicidad.
Aunque la fructosa no estimula directamente la secreción de insulina, su consumo provoca un aumento débil en la secreción de insulina en adultos no obesos sanos, pero es mayor en las personas obesas. El consumo de fructosa oral es detectado por las células L del intestino, las cuales producen péptido 1 similar al glucagón (GLP-1) después de la ingestión de fructosa. Las actividades biológicas del GLP-1 incluyen la estimulación de la secreción de insulina en las células beta del páncreas.
A diferencia de la ingestión de glucosa, la carga de fructosa oral no inhibe el apetito o la producción de la hormona grelina en los adolescentes obesos, lo que indica que la obesidad altera el metabolismo de la fructosa y al no inhibir el apetito, las personas pueden comer en demasía sin sentir saciedad.
La fructosa incrementa la síntesis de grasa en el hígado, lo cual se ha relacionado con hígado graso y a una mayor resistencia a la insulina. Es decir, que la fructosa por sí sola es tóxica para el hígado y para el metabolismo de la insulina. Tengamos en cuenta que las personas obesas tienen hígado graso hasta en el 80%.
Recomendaciones: evitar comer todo tipo de comestibles industrialmente preparados, incluso los que en la etiqueta de ingredientes no reconocen a la fructosa como uno de sus componentes. Debido a que la fructosa es considerada como un nutriente natural por sus productores, podrían ocultar su presencia.