El mal aliento o la halitosis en los niños

Ya es un signo clínico común en los niños, especialmente en los primeros años de vida y no es raro encontrarlo tan temprano como a los 8 meses de edad. Las causas de la halitosis son las siguientes: Falta de higiene bucalCaseum en las amígdalasDisbiosis intestinal.

Fiel copia de un aparte del libro “Un mundo sin Alergia”. Página 111-114. Edición 2015. Editorial: Global pediátrica. Autor: Medardo Rosales Estrada. Médico pediatra.

Ya es un signo clínico común en los niños, especialmente en los primeros años de vida y no es raro encontrarlo tan temprano como a los 8 meses de edad. Las causas de la halitosis son las siguientes:

  1. Falta de higiene bucal
  2. Caseum en las amígdalas
  3. Disbiosis intestinal

El mal aliento puede ser normal en la las personas que no se cepillan los dientes después de comer. También se puede producir por la acumulación de caseum en las amígdalas o por el consumo de ciertos alimentos que se sabe producen un olor fuerte que puede ser desagradable como el ajo, la cebolla y las especias en general.

Las amígdalas tienen pequeñas hendiduras que se llaman criptas. Estas se pueden agrandar a tal punto de formar sacos u oquedades que suelen llenarse de material blanco (caseum) que la gente lo conoce como piedras de las amígdalas. Está compuesto por residuos alimenticios, bacterias y células del sistema inmune y es terriblemente fétido. Los huecos u oquedades se forman por destrucción y cicatrización de la amígdala, debido a la inflamación crónica de la misma. Los pediatras estamos viendo este fenómeno desde el preescolar inclusive.

Por lo general, el mal aliento crónico de un niño no se debe a las cusas anteriores sino a la fermentación aumentada de un residuo alimenticio mal digerido que proviene de los lácteos o sus derivados. Este residuo fomenta el crecimiento anormal de bacterias en el intestino delgado, fenómeno conocido como disbiosis o sobrecrecimento bacteriano.

Los alimentos entran en descomposición por proceso de fermentación en el que normalmente se liberan algunos gases azufrados, metanos  o compuestos de hidrogeno que causan mal olor. Cuando esta fermentación rebaza un límite o en la descomposición del bolo alimenticio participa un exceso de bacterias del intestino delgado, o existe una alteración de su calidad, se producen síntomas digestivos como mal aliento, distención abdominal , sensación de un movimiento intestinal aumentado, flatulencia, fetidez de las heces, diarrea intermitente, malabsorción de alimentos, etc.

La medicina moderna ha denominado al incremento de bacterias en el intestino delgado y a la alteración de su calidad, sobrecrecimento bacteriano (SCB). Se emplea el término de disbiosis, que abarca los dos conceptos, en conjunto o por separado. De hecho, me atrevería a pensar que las personas con malos hábitos alimenticios tienen disbiosis por la mala calidad de sus bacterias intestinales más no necesariamente tienen SCB bacteriano en su intestino delgado.

El SCB no es una alteración biológica inocua: el incremento de bacterias comensales (buenas) y patógenas (que producen enfermedad) en el intestino delgado activa el sistema inmune, dando como resultado una mayor inflamación intestinal. Por otro lado las bacterias patógenas liberan toxinas que pueden ser absorbidas en el intestino, produciendo toxicidad hepática e inflamación sistémica. El problema es que al aumentar la inflamación intestinal y sistémica se incrementa el fenómeno alérgico a todo nivel.

Si bien la disbiosis o el SCB se producen por un residuo alimenticio mal digerido de manera crónica, las causas directas que en el niño suelen facilitar esta mala digestión son las siguientes:

Deficiencia de lactasa
Exceso de lácteos
Inflamación intestinal
La presencia de síntomas de síntomas de mala digestión, especialmente de halitosis, se debe en la mayor parte de los casos a la deficiencia de lactasa, efecto que puede comprobarse mediante la prueba de exhalación de hidrogeno. El SCB se cuantificar por el grado de malabsorción de algunos carbohidratos que al ser mal digeridos y fermentados incrementan la cantidad de gas en el intestino, que luego es absorbido y expirado por las vías respiratorias.

El exceso de lácteos obviamente produce una deficiencia de lactasa que también causa mala digestión, como sucede cuando existe una verdadera deficiencia de esta enzima.

Sin embargo quien puede causar todos los efectos antes mencionados es la inflamación intestinal producida por intolerancia a las proteínas de la leche de vaca (o de fórmula). La inflamación destruye las microvellosidades intestinales donde se encuentra la lactasa, la enzima que digiere la lactosa, el azúcar propio de la leche. Al no haber una buena digestión de este alimento, por la deficiencia de esta enzima, la leche se fermenta y de convierte en un sustrato propicio para el crecimiento anormal de bacterias  en el intestino delgado.

En el niño mayor y en el adulto joven, además de la intolerancia a la lactosa pueden estar involucrados los malos hábitos alimenticios, por ejemplo, combinaciones inadecuadas de alimentos, exceso de grasa, harinas refinadas o de carbohidratos, consumo de comidas tipo rápido y sobre todo la falta de fibra en los alimentos. Estos hábitos causan inflamación intestinal y disbiosis en círculo vicioso.

Otras causas de disbiosis son los antiácidos y el retardo del vaciamiento intestinal. Los antiácidos consumidos crónicamente pueden alterar la conformación de la flora intestinal; la razón es porque disminuyen el ácido clorhídrico, elemento necesario para controlar el crecimiento de bacterias en el intestino delgado.

Muchos niños que sufren enfermedad por reflujo gastroesofágico y gastritis toman crónicamente antiácidos, los cuales no solamente facilitan disbiosis intestinal sino malabsorción del calcio. En mi opinión, exceptuando los casos de gastritis aguda severa, estos niños se beneficiarían mejor con un plan de alimentación saludable, más que con antiácidos; de hecho, estos medicamentos no hacen parte de mi arsenal terapéutico de uso frecuente.

El retardo del vaciamiento intestinal se produce cuando el estómago o el intestino no evacuan su contenido normalmente en el tiempo que debe ser. Un fenómeno determinante para el desarrollo de las bacterias “buenas” es el peristaltismo o movimiento intestinal en dirección al ano; de su efectividad depende el vaciamiento del tracto digestivo y por ende la limpieza intestinal su lentitud facilita el crecimiento anormal de bacterias “malas” a cualquier nivel. La causa más común de este problema en el niño, nuevamente, es la intolerancia a las proteínas de la leche de vaca (o de fórmula). Lo usual es que produzca heces blandas, defecaciones frecuentes o diarrea. Por esta razón el niño intolerante a las proteínas de la leche puede sufrir diarrea o paradójicamente, estreñimiento, retardo del vaciamiento del estómago y del intestino delgado, dando como resultado reflujo gastroesofágico y distención abdominal.

El estreñimiento se evidencia en la consistencia de las heces fecales del niño
La escala de Bristol es una tabla visual diseñada para clasificar la forma de las heces en siete grupos. Fue desarrollada por Heaton y Lewis en la universidad de Bristol y publicada en el Scandinavian Journal of Gastroenterology al 1997.