Posibles causas de la ansiedad y la depresión en la adolescencia

La adolescencia es una época de transición en la cual el ser humano se enfrenta al desafío de dejar la niñez para asumir el roll de la juventud y ese cambio no todo el mundo lo puede lograr con armonía. Entonces, ¿Hay algo que los padres podamos hacer para ayudar a nuestros hijos a superar esta época sin mayores impases?

La adolescencia es una época de transición en la cual el ser humano se enfrenta al desafío de dejar la niñez para asumir el roll de la juventud y ese cambio no todo el mundo lo puede lograr con armonía. Entonces, ¿Hay algo que los padres podamos hacer para ayudar a nuestros hijos a superar esta época sin mayores impases?  ¡Claro que sí! La madurez y la integridad emocional del adolescente en gran medida dependen de nuestro cuidado. Te lo voy a explicar:

Primero: el carácter y la personalidad en cierta medida tienen un toque de herencia de los padres. Por esta razón, muchos de nuestros hijos tienden a comportarse como nosotros y muchas familias son reconocidas por su forma de ser, a veces incluso de una generación a otra. La gente suele decir, por ejemplo, “es que los rodríguez son así” o muchos padres reconocen que el carácter de su hijo es como el de él.

Pero la depresión y la ansiedad, que son enfermedades del estado de ánimo, también tienen un rasgo genético. Por eso muchos reconocen que su hijo es tan ansioso o depresivo como él. Lo contrario también es cierto, la personalidad alegre, jovial, fiestera, también tiene una incidencia familiar.

Se ha demostrado incluso que las psicopatías como la tendencia criminal, la esquizofrenia y la personalidad violenta pueden ser en parte hereditarias. Por eso hay familias enteras que se distinguen por su carácter antisocial o porque tienen una “loquera”.

Segundo: el cerebro se encarga de dos funciones básicas

  1. Emocionalidad
  2. Actividad neurológica

Aunque son funciones diferentes, el daño cerebral puede comprometer las dos a la vez o una más que otra, en una gama extensa de síntomas. Otras veces solo afecta a una de ellas.

El daño cerebral se puede producir por problemas de la madre o del feto en el embarazo o por problemas clínicos del niño, sobre todo en sus primeros años de vida.

Muchas enfermedades de la gestante, por ejemplo, la diabetes, la obesidad, la preclamsia, el parto prematuro, el hipotiroidismo, lo mismo que la depresión y la ansiedad materna, pueden afectar el funcionamiento cerebral del futuro hijo. El desenlace final es imprevisible. El síntoma o la enfermedad pueden afectar cualquiera de las dos funciones cerebrales descritas anteriormente.

Pero lo que pocos padres nos damos cuenta es que el cerebro se puede dañar en cualquier momento de la vida y sobre todo en los primeros años de vida, puesto que es en esta época donde se produce su máximo desarrollo.

El cerebro recibe dos tipos de información:

  1. Emocional
  2. Molecular

La información emocional la recibe de hogar, del colegio, del barrio o del ambiente social. La molecular la recibe directamente de la sangre. Entonces viene una pregunta: ¿Cuál es la calidad de esta información que el niño recibe en toda su niñez?

Te voy a dar unos ejemplos de información emocional que intoxica el cerebro de cualquier niño, condicionándolo a este a sufrir a corto, mediano y largo plazo, trastornos del ánimo o enfermedades psiquiátricas:

  1. Violencia familiar
  2. Hogar disfuncional
  3. Maltrato infantil
  4. Abuzo sexual
  5. Divorcio de los padres
  6. Enfermedades psiquiátricas de los padres
  7. Alcoholismo o drogadicción de los padres
  8. Bullying
  9. Normas de mala crianza: sobreprotección, abandono paterno o materno, crianza rígida o con severa disciplina, desamor, etc.

Pero el adolescente puede tener otros problemas adicionales a los anteriores, que podrían alterar su integridad emocional, son los siguientes:

  1. Falta de identidad
  2. Falta de acompañamiento de los padres
  3. Relaciones erótico-afectivas enfermizas
  4. Autoestima baja
  5. Lastre emocional enfermizo que carga desde la niñez
  6. Falta de resiliencia o de capacidad para sobreponerse a la adversidad
  7. Enfermedades crónicas, por ejemplo, acné, obesidad, gastritis, asma, trastorno por déficit de atención o TDAH, etc.

Entonces, si el cerebro de un adolescente ha recibido una mala información emocional en su niñez y ahora tiene una de las anteriores falencias, la posibilidad de que su integridad emocional se altere, es muy alta.

Los factores de riesgo para daño cerebral que hasta el momento he analizado, corresponden a una mala información emocional. Ahora te voy a dar varios ejemplos de información molecular dañina, que el cerebro puede recibir durante la niñez o la adolescencia y que también a corto, mediano y largo plazo, pueden ser motivos de enfermedad neurológica o psiquiátrica. Hago énfasis en estas últimas palabras: neurológica o psiquiátrica. La mala información emocional tiende a producir enfermedades psiquiátricas, solamente, en cambio, la mala información molecular tiende a producir los dos problemas a la vez: psiquiátricas y neurológicas,

Las funciones neurológicas del cerebro se relacionan con las siguientes actividades:

  1. Intelecto
  2. Control hormonal
  3. Control inmunológico
  4. Control metabólico
  5. Control neurológico motriz y autónomo

El intelecto se relaciona con todas las actividades superiores del hombre, por ejemplo, el coeficiente intelectual, el aprendizaje, la memoria, la atención, el raciocinio, etc.

Los factores de riesgo que pueden producir una información molecular dañina para el cerebro, en mi opinión, básicamente son los siguientes.

  1. Malos hábitos alimenticios
  2. Disfunción intestinal

Los malos hábitos alimenticios corresponden a las malas prácticas de alimentación de los países del mundo occidental, que en conjunto se conoce como la dieta del Oeste, tema al cual me he referido en varios videos por YouTube. Es una dieta tóxica para todo el organismo, no solamente para el cerebro.

La disfunción intestinal es el mal funcionamiento intestinal, cuyas causas principales en los primeros años de vida son la intolerancia alimentaria y los malos hábitos alimenticios. En teoría, todo niño que tenga síntomas de mala digestión, por ejemplo, flatulencia, mal aliento, distención o dolor abdominal, heces fétidas, estreñimiento, heces flojas o diarreas intermitentes e inapetencia, tiene disfunción intestinal. Bajo estas condiciones, el intestino absorbe toxinas que luego viajan por la sangre hasta el cerebro y lo intoxican o lo inflaman.

Como pueden apreciar, estimados padres de familia, la esfera emocional y neurológica de un niño o de un adolescente, se pueden afectar por muchos factores exógenos y endógenos. En el factor hereditario no podemos intervenir, pero podemos minimizar el mensaje epigenético con normas de buena crianza, con un estilo de vida saludable y sobre todo, cuidando el intestino del niño de las intolerancias alimentarias y de los malos hábitos alimenticios. Estos últimos pueden afectar el cerebro, independientemente del funcionamiento intestinal.

Si te has dado cuenta, la emocionalidad del niño y del adolescente es una responsabilidad fundamental de los padres y eso reposa básicamente en la buena crianza y en los estilos de vida saludables, donde la alimentación, la diversión sana, el deporte y un hogar funcional, son pilares esenciales.

Dr. Medardo Rosales Estrada, Pediatra

Global Pediátrica


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